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La curiosa historia de las cerraduras

Casi todos los objetos que nos rodean, hoy tan cotidianos, no existían en los orígenes de la humanidad. La tecnología fue apareciendo a medida que los hombres y mujeres primitivos se expandían, aparecían nuevas necesidades y creaban objetos para satisfacerlas. De algunos conocemos muchos detalles, sabemos cómo era la vida antes de la llegada de los autos, o de la electricidad, de los aviones o de las computadoras modernas. Pero hay cosas que tocamos día a día y no sabemos nada de su surgimiento. Por eso, decidimos indagar en el origen de las cerraduras. 

Cuidar el hogar, el puntapié

Miles de años atrás cuando el hombre sintió la necesidad de protegerse, cerró con una gran piedra la entrada de su caverna: este antecesor de las puertas es un paso muy importante en lo que significa la privacidad y la protección de la propiedad. Por entonces, la preocupación giraba en torno al aumento de las pertenencias por la acumulación de objetos preciosos que querían mantener fuera del alcance de extraños. Esto aumentó el temor a los robos y la necesidad de protegerse ante aquellos que buscaban apropiarse de lo ajeno. Las puertas o portones dejaron de ser una barrera suficiente, lo que llevó a la creación de la cerradura

Se cree que la primera cerradura fue creada en Egipto, varios siglos antes de Cristo. Estos dispositivos consistían en un pasador horizontal de madera encajado en la puerta que se deslizaba a través de una guía para encajar en un agujero hecho en el arco de la puerta. Para movilizar todo eso, era necesario utilizar un pedazo de metal curvo. Una suerte de llave primitiva e impedía el paso de los extraños que no tuvieran este instrumento. 

Este modelo fue utilizado por los egipcios, aumentando la cantidad de cuñas. Los romanos, que también se basaban en este mecanismo, generalmente utilizaban piezas más pequeñas y las clavijas recibían la presión de un resorte. Además, fueron los creadores de las cerraduras de metal, ya que utilizaban piezas de bronce e incluían obstrucciones que sólo una llave correcta podría abrir. 

¿Una cerradura diferente?

Pero esa no fue la única alternativa para proteger el hogar. Los cerrajeros hindúes tuvieron una propuesta más lúdica: la cerradura tenía forma de llave y el cerrojo se escondía en una de las alas, volviendo al aparato una adivinanza. En la Antigua Grecia se creó un tipo de cerradura cuya llave era tan grande que sus dueños tenían que llevarlas en la espalda como una herramienta. 

En esos momentos, tener cerradura y cargar la llave a la vista, se convirtió en algunas sociedades en sinónimo de riqueza, ya que permitía mostrar que se tenían objetos de valor que necesitaban protección. Incluso muchos de ellos encargaban modelos cada vez más complejos y vistosos para lucir que tenían muchos misterios para guardar bajo llave. 

La Revolución Industrial toca la puerta

Pero recién en el Siglo XVIII se revolucionó el arte de la cerrajería. Con la Revolución Industrial y la precisión de la ingeniería, los procesos de creación fueron más estándar pero con una creciente dificultad, con mayor diseño en las cerraduras y sus llaves. En 1778 el inglés Robert Barron perfeccionó la cerradura de palanca con el tambor de doble acción, iniciando así la cerrajería moderna. Esta cerradura requería obligatoriamente la llave correcta para levantar las palancas en el punto exacto y poder abrir la cerradura, lo que daba mayor seguridad. 

Pero al poco tiempo, en 1784, Joseph Bramah creó una cerradura distinta. Este modelo usaba una llave redonda con depresiones a lo largo de su superficie. Si esas marcas coincidían con las correderas de metal de la cerradura, se moverían para abrir la puerta, caso contrario, impedirían la apertura. Este es el modelo que conocemos hoy en día, que convive con la propuesta del estadounidense Linus Yale, quien utilizó una llave plana más pequeña con los bordes cerrados que mueven los pernos.

Todo este largo camino ha sido un recorrido necesario para la existencia de las cerraduras como las conocemos hoy en día, con la confianza que nos brindan. Gracias a ellas y su minucioso funcionamiento, podemos salir de casa, disfrutar y confiar que nuestras pertenencias estarán resguardadas.  

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